BUEN HUMOR

 Aprender a interpretar la vida con sentido del humor, porque la tristeza, la preocupación y la seriedad mal entendida son la antesala de la enfermedad física y mental.

 Mucha gente cree que el sentido del humor es una cualidad con la que se nace y que no puede desarrollarse, pero no es así. Los seres humanos tendemos de manera natural hacia la alegría, el problema es que la mayoría de las veces la buscamos fuera, cuando en realidad está en nuestro interior, sólo tenemos que exteriorizarla para sacarle todo el partido.

 El gran secreto es cambiar el contexto, en lugar de ver las adversidades en un plano serio, triste, estructurado o pomposo, hay que hacer como los cómicos: mirarlas desde otra óptica o perspectiva, con lo cual encuentran nuevas posibilidades de solución. A veces basta sólo con cambiar la percepción de un sentido, el auditivo interno por ejemplo, repitiendo algunos de los mensajes negativos que nos decimos mentalmente a nosotros mismos en voz alta y con un tono ridículo. Incluso en los momentos más difíciles, como la pérdida de trabajo, de la pareja o de la salud, pueden aceptarse y vivirse mejor si se interpretan con sentido del humor, porque lo importante no es lo que sucede, sino lo que pensamos de lo que nos sucede, y eso sólo depende de nuestra forma de pensar inteligente, y no del mundo exterior ni de los acontecimientos futuros. El humor es un bálsamo, como demuestra el hecho de que la gente cuenta chistes para desengrasar la situación en los velatorios. El humor no puede suprimir artificialmente el estado emocional ante algo así, pero ayuda a elaborar la ausencia con más rapidez y a que el duelo sea mucho más suave.

 Con humor sí se pueden superar antes las crisis: el sentido del humor ayuda a no quedarse bloqueado en la negatividad de un suceso o circunstancia y permite un cambio de tono independientemente de la situación. Sabemos que incluso sucede algo terrible, como quedarse tetrapléjico, los mecanismos mentales ayudan a la persona, que en vez de compararse con los que están mejor, se compara con lo que están peor, en cualquier situación se puede hallar una posibilidad para salir y el humor, por descontado, ayuda a conseguirlo. La risa aumenta la autoestima, ahuyenta la depresión, alivia el insomnio y mejora las dolencias psicosomáticas. También, indirectamente, ayuda a resolver los problemas, combate los miedos y fobias y conduce a expresar emociones. Además, fortalece los lazos afectivos, descarga tensiones, potencia la creatividad y la imaginación y libera del pasado. Es una medicina natural y sin contradicciones y demuestra que una persona puede cambiar y mejorar con técnicas alegres, sencillas y felices, en vez de otras trabajosas, duras o complicadas.

 Para que una persona mejore de ánimo, el tiempo, dependerá de donde se parta, es decir, de la forma en que esa persona vea la realidad, entre tres y seis meses son un plazo razonable y suficiente para cambiar una actitud o incorporar un aprendizaje a nuestra vida cotidiana. Eso sí, después hay que perseverar, es necesario ser constantes con las nuevas costumbres y seguir practicando los hábitos aprendidos.

 La risoterapia comenzó en 1970 y ayuda a mejorar el humor, cuando el reportero Norman Cuisins, a quien le diagnosticaron una enfermedad incurable (espondiditis anquilosante), se autorrecetó películas de Buster Keaton, Chaplin y otros cómicos, cuál fue su sorpresa y la de otros médicos al descubrir que su dolor se mitigaba y mejoraba de la dolencia.

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